La vida, tarde o temprano, se apaga, siempre se apaga; lo importante es cómo; con desidia, con tristeza, con alegría, con desesperanza, con amor...
En la película “Amour” Haneke muestra la opción que afronta una pareja de ancianos ante un camino sin retorno que disuelve progresivamente a uno de los cónyuges, la enfermedad de la mujer, una enfermedad que pone en jaque la estable y confortable vida de su matrimonio.
El departamento es el único y fiel testigo de todo este proceso; el lugar donde desayunan, el dormitorio, el living con dos butacas, el gran piano de cola, lugares que se ven invadidos por el fantasma de lo inevitable: una patología convertida en objeto, muletas, silla de ruedas, camas ortopédicas... no ya una entidad sino algo concreto. Como “Casa tomada” de Cortázar.
Una historia sin golpes bajos, directa y sin florituras, con unos actores soberbios (a falta de más adjetivos), y una puesta en escena minuciosa y sencilla, mostrando no más de lo que hay que mostrar.
Una historia de amor en su madurez, donde el amor tiene que ver mucho con la pérdida, el sacrificio.
No hay comentarios:
Publicar un comentario