lunes, 22 de julio de 2013

El amor que aloja a la muerte

“El duelo es una reacción frente a la pérdida de una persona amada o de una abstracción que haga sus veces, como la patria, la libertad, un ideal...” 
(Sigmund Freud)

El sólo hecho de vivir implica atravesar pérdidas que necesitamos elaborar. ¿Qué es el trabajo de duelo sino transformar la falta en recuerdo?

Avanzar sobre algunos interrogantes: ¿qué de lo que me pasa con ese ser querido, el empleo, una relación afectiva...  está en juego acá? ¿Cuáles son los recuerdos y expectativas que me unían a él?. es una tarea que acompaña a los pacientes en su elaboración del duelo.

En éstos momentos pueden presentarse emociones como la tristeza, la pérdida de interés por el mundo exterior, la disminución de la capacidad de elegir algún nuevo objeto de amor, dificultades en el reemplazo de algún trabajo productivo o creativo en relación con la memoria de aquello que está ausente o muerto.

El duelo no es una enfermedad sino una manifestación normal de la vida que, pasado un tiempo necesario, se superará. Se tratará de un arduo trabajo ha transitar que implicaría un nuevo comienzo. La tarea no radica en el olvido sino en el atesoramiento en la memoria de aquello perdido; no para morir en el intento sino para seguir viviendo.

“Lo enterramos mi madre, mis hermanos y yo. 
Pasaron los años y no pasó él. 
Pasó la vida y su memoria se encandiló en la nuestra” 
(Ángeles Mastretta)

Lic. Luciana Rabaini.

jueves, 18 de julio de 2013

Decir amigo es decir juego

Gilles Deleuze dice que el amigo no designa sólo a un personaje externo, sino “una presencia intrínseca al pensamiento, una condición de posibilidad del pensamiento mismo” (Qué es la filosofía). La amistad es correlativa del diálogo, de la escucha, de la pregunta, pero también del deseo. Por eso, estaría bueno interrogar algunos mitos. Por ejemplo: “amigo es el que te banca”. Es cierto, pero tan sólo en parte.

La amistad suele abordarse separada de lo erótico, como si el amor que arrebata al enamorado estuviera escindido de la ternura que distingue al amigo. Eros y Filía son los dos nombres que separaron, a través de los siglos, a estos dos afectos, emociones o experiencias, sin cuya comunión la vida se empobrece y el espíritu se amilana. No sólo el amor sexuado requiere chispa y atención; también la amistad necesita del componente erótico que supone un interés compartido.

Lo cierto es que cualquier amor digno de perdurar en el tiempo abreva en ambos manantiales. No hay pasión que se sostenga sin esa cuota de compañerismo y lealtad que distingue a la amistad. Y, por el otro lado, ¿no se enamora uno de los amigos? Basta leer el Banquete de Platón para verificar que el Eros nació de una reunión entre amigos. “Aspiraciones sexuales de meta inhibida” llama Freud a estas mociones amorosas que no requieren del acto sexual para instalarse en el alma.

“Decir amigo, es decir juego,/ escuela, calle y niñez,/ gorriones presos de un mismo viento/ tras un olor de mujer”, canta Joan Manuel Serrat, que en estas pocas palabras ubica la clave de ese sentimiento indispensable para conformar cualquier colectivo humano. Su mención de la niñez no es caprichosa. Es en la infancia donde nace esa empatía por el otro que nos arranca de la autocomplacencia y la soledad. La matriz del juego, de cualquier juego, es la alternancia entre la presencia y la ausencia. Sea con la pelota, a la escondida, a la escoba de quince o al truco, el juego conforma un enigma que, entre amigos, nos alivia de nosotros mismos.

Fuente: Sergio Zabalza para Página 12